Lo que Queda del Día…

Amanece, suena tu despertador, lo ignoras, quieres seguir ensoñado viviendo tus sueños, llenos de emociones, situaciones absurdas, apasionadas, a veces dolientes, en un dulce tecnicolor, que llenan tus vacíos, tus espacios desordenados y carentes, muchas veces postergados y cegados. Por segunda vez suena tu despertador, el ruido se confunde a lo lejos, semejando una sirena de tren, que anuncia tu siguiente estación, la vigilia.
Te das vuelta, te niegas llegar a tu destino, a abrir los ojos para mirar el paisaje de siempre, donde nada ha cambiado, en donde los duros durmientes se asemejan a tu almohada, la suave almohada, confesor que no te excomulga de tus pecados, quieres que siga suavizando tus babeados secretos nocturnos.
Estas despierto, llegaste, siempre se llega aunque no se quiera.
Te levantas arrastrando tu cuerpo, que contemplas con temor al espejo, lo observas, miras su semblante, sientes su despertar, te apoderas de su existencia, te enteras de su dimensión, de sus necesidades insatisfechas, de sus dolores, de algún nuevo deterioro.
Bajo la ducha lo bautizas, exorcizando sus demonios nocturnos y los que puedes, diurnos, ahora frente al espejo empavonado nuevamente lo miras, intentando ver alguna mejoría, necesita arreglo, lo afeitas, lo maquillas, lo perfumas, le das un aspecto de vitalidad.
Ya superada esta etapa, lo vistes con nuevas emociones, esperanzas y proyecciones, y lo nutres con un deslavado café, o lo que queda del día anterior, recalentado para recalentar un corazón anhelante y doliente.
Ahora, preparado ya, reúnes todas tus fuerzas, es necesario salir de la estación, a respirar, a construir algo, a sufrir lo que te toque….
y a vivir, lo que te queda del día….